Esteban Hernández 20/12/2011 El Confidencial
La depresión hoy está por todas partes. Y no sólo porque estemos en una época perfecta para dar rienda suelta a los sentimientos negativos (es Navidad, hay crisis, el paro aumenta, etc.), sino porque el término se ha adueñado de todos los síntomas de la tristeza. Hace cuarenta años, asegura el psicoanalista Darian Leader, autor de La moda negra (Ed. Sexto Piso), nadie se deprimía. La gente era neurótica o ansiosa, pero no depresiva. Hoy, sin embargo, “se diagnostica por todas partes. A menudo, detrás de los síntomas externos de depresión, encontramos experiencias de pérdida y separación que no han sido elaboradas psíquicamente y que generan inercias dolorosas. Pero un diagnóstico tan difundido como el de la depresión no es más que un artificio de las compañías farmacéuticas, que buscaron un reemplazo apropiado tras el colapso del mercado de los tranquilizantes en la década de los ochenta”.
Esta perspectiva hace posible, asegura Leader, que tratemos la depresión del mismo modo que un resfriado y que pensemos que al igual que el antibiótico cura la gripe, las pastillas nos sacarán de un mal momento. “La depresión no es una enfermedad sino un complejo conjunto de síntomas con muy diferentes causas que es necesario explorar de manera individual. Si se trata la afección con una cura química, como hacemos con la gripe, lo único que conseguiremos es que estas causas subyacentes se manifiesten con mayor fuerza en otros aspectos de la vida de esa persona”.
Este modo de enfocar el problema sirve también para transferir nuestra responsabilidad hacia el exterior, pensando que es algo similar a un virus y que las píldoras nos pueden librar de él. “Se nos alienta para que pensemos que podemos lidiar con estos asuntos mediante la externalización de sus causas: las personas no están deprimidas sino que ‘tienen’ depresiones. Esto alimenta la ilusión de que las soluciones también son externas, intervenciones dirigidas que pueden curar los síntomas y dejar lo demás intacto”.
Cuando la depresión llega con el éxito
En definitiva, asegura Leader, lo que estamos haciendo es inventar una categoría, ‘la depresión’, susceptible de ser ampliamente medicalizada de forma que no nos preguntemos nunca por sus causas. Eso no quiere decir que no haya síntomas que afecten muy negativamente a la persona, sino que una situación tan grave se simplifica mediante una categoría cómoda y útil para el tratamiento. Sería mucho más apropiado hablar de duelo y de melancolía, afirma Leader, categorías más complejas y que responden a una pluralidad de situaciones. Así, en el duelo no sólo podemos tratar el dolor que produce una pérdida, sino que debemos ser conscientes también de los sentimientos agresivos que aparecen en esas situaciones. “¿Podemos perdonar alguna vez a alguien que nos ha dejado? Y, al mismo tiempo, ¿podemos hacer el duelo por alguien que jamás nos amó? El odio que está en juego en estos casos siempre tiene efectos decisivos sobre un posible duelo”.
Para tratar correctamente esta clase de afecciones, hemos de tener en cuenta las numerosas variables que esconde todo aquello que se encuadra en el concepto ‘depresión’. Por ejemplo, en numerosas ocasiones nuestras conductas y nuestros sentimientos no son más que la repetición de los vividos por nuestros padres. Según Leader, “seguimos vinculados con los puntos de fractura y de fracaso de las generaciones anteriores. Y no se trata sólo de la relación con nuestros padres, sino que incluso repetimos lo que nuestros padres vivieron respecto con nuestros abuelos”. Y mientras no seamos conscientes de estos mecanismos perversos, seguirán trasladándose de generación en generación.
En otras ocasiones, es la consecución de un objetivo largamente esperado el que nos llevará a un mal estado anímico. Según Leader, a menudo sucede que cuando alguien alcanza un sueño se deprime. “El atleta que rompe un récord, el empleado que es ascendido… El ideal se ve amenazado y ya no existe ninguna dimensión del deseo o un límite hacia el cual tender. Mucha gente ha experimentado esta sensación de manera leve cuando termina los exámenes, cuando la tristeza sobreviene inesperadamente”.
El papel decisivo que juegan los demás
También puede ocurrir que los síntomas "vengan causados por la pérdida de algo que no tenemos", lo que suele pasar en determinadas relaciones afectivas. “Freud sostuvo que cuando el amor es narcisista, el duelo puede ser más difícil: renunciar a la persona amada es renunciar a nosotros mismos. De ahí que sea más fácil negar la pérdida: en lugar de perderlos, nos convertimos en ellos”.
En todo caso, lo que sí parece evidente, asegura Leader, es que los demás siempre juegan un papel importante en el proceso de entrada y de salida de las afecciones psíquicas. “A menudo un duelo dialoga con otro. Necesitamos el duelo de otras personas para permitirnos comenzar el propio. De hecho, la mayoría de las teorías analíticas giran en torno a alguna variante de esta idea:que para que el duelo ocurra, una pérdida debe relacionarse con otra”.
El papel del psicoanalista es importante a la hora de tratar esta afección, “especialmente a la hora de permitir un espacio para que el paciente elabore su relación con la persona amada perdida. Esta tarea tiene que ver, en el caso del duelo, con reubicar a los muertos para que atormenten a los vivos un poco menos”. Para la concepción terapéutica de Leader, el paciente sabe mucho mejor que el analista el origen de sus problemas. “Freud dijo que el analista es instruido por el paciente. El verdadero experto es el paciente y el analista debe permitirse aprender de él. De otra manera, el análisis se convierte en charlatanería”.
Esta perspectiva hace posible, asegura Leader, que tratemos la depresión del mismo modo que un resfriado y que pensemos que al igual que el antibiótico cura la gripe, las pastillas nos sacarán de un mal momento. “La depresión no es una enfermedad sino un complejo conjunto de síntomas con muy diferentes causas que es necesario explorar de manera individual. Si se trata la afección con una cura química, como hacemos con la gripe, lo único que conseguiremos es que estas causas subyacentes se manifiesten con mayor fuerza en otros aspectos de la vida de esa persona”.
Este modo de enfocar el problema sirve también para transferir nuestra responsabilidad hacia el exterior, pensando que es algo similar a un virus y que las píldoras nos pueden librar de él. “Se nos alienta para que pensemos que podemos lidiar con estos asuntos mediante la externalización de sus causas: las personas no están deprimidas sino que ‘tienen’ depresiones. Esto alimenta la ilusión de que las soluciones también son externas, intervenciones dirigidas que pueden curar los síntomas y dejar lo demás intacto”.
Cuando la depresión llega con el éxito
En definitiva, asegura Leader, lo que estamos haciendo es inventar una categoría, ‘la depresión’, susceptible de ser ampliamente medicalizada de forma que no nos preguntemos nunca por sus causas. Eso no quiere decir que no haya síntomas que afecten muy negativamente a la persona, sino que una situación tan grave se simplifica mediante una categoría cómoda y útil para el tratamiento. Sería mucho más apropiado hablar de duelo y de melancolía, afirma Leader, categorías más complejas y que responden a una pluralidad de situaciones. Así, en el duelo no sólo podemos tratar el dolor que produce una pérdida, sino que debemos ser conscientes también de los sentimientos agresivos que aparecen en esas situaciones. “¿Podemos perdonar alguna vez a alguien que nos ha dejado? Y, al mismo tiempo, ¿podemos hacer el duelo por alguien que jamás nos amó? El odio que está en juego en estos casos siempre tiene efectos decisivos sobre un posible duelo”.
Para tratar correctamente esta clase de afecciones, hemos de tener en cuenta las numerosas variables que esconde todo aquello que se encuadra en el concepto ‘depresión’. Por ejemplo, en numerosas ocasiones nuestras conductas y nuestros sentimientos no son más que la repetición de los vividos por nuestros padres. Según Leader, “seguimos vinculados con los puntos de fractura y de fracaso de las generaciones anteriores. Y no se trata sólo de la relación con nuestros padres, sino que incluso repetimos lo que nuestros padres vivieron respecto con nuestros abuelos”. Y mientras no seamos conscientes de estos mecanismos perversos, seguirán trasladándose de generación en generación.
En otras ocasiones, es la consecución de un objetivo largamente esperado el que nos llevará a un mal estado anímico. Según Leader, a menudo sucede que cuando alguien alcanza un sueño se deprime. “El atleta que rompe un récord, el empleado que es ascendido… El ideal se ve amenazado y ya no existe ninguna dimensión del deseo o un límite hacia el cual tender. Mucha gente ha experimentado esta sensación de manera leve cuando termina los exámenes, cuando la tristeza sobreviene inesperadamente”.
El papel decisivo que juegan los demás
También puede ocurrir que los síntomas "vengan causados por la pérdida de algo que no tenemos", lo que suele pasar en determinadas relaciones afectivas. “Freud sostuvo que cuando el amor es narcisista, el duelo puede ser más difícil: renunciar a la persona amada es renunciar a nosotros mismos. De ahí que sea más fácil negar la pérdida: en lugar de perderlos, nos convertimos en ellos”.
En todo caso, lo que sí parece evidente, asegura Leader, es que los demás siempre juegan un papel importante en el proceso de entrada y de salida de las afecciones psíquicas. “A menudo un duelo dialoga con otro. Necesitamos el duelo de otras personas para permitirnos comenzar el propio. De hecho, la mayoría de las teorías analíticas giran en torno a alguna variante de esta idea:que para que el duelo ocurra, una pérdida debe relacionarse con otra”.
El papel del psicoanalista es importante a la hora de tratar esta afección, “especialmente a la hora de permitir un espacio para que el paciente elabore su relación con la persona amada perdida. Esta tarea tiene que ver, en el caso del duelo, con reubicar a los muertos para que atormenten a los vivos un poco menos”. Para la concepción terapéutica de Leader, el paciente sabe mucho mejor que el analista el origen de sus problemas. “Freud dijo que el analista es instruido por el paciente. El verdadero experto es el paciente y el analista debe permitirse aprender de él. De otra manera, el análisis se convierte en charlatanería”.
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